viernes, 10 de septiembre de 2010

Mina


Mina era una de aquellas muchachas ejemplares, que todo lo hacían bien; tanto que su madre solía decirle de pequeña, "hija, serás una gran esposa". Pero lamentablemente, ella admiraba a los hombres, no sus físicos ni sus susodichos atractivos, sino su vida; admiraba la valentía, el honor, el trabajo, la responsabilidad... que bien por suerte, bien por desgracia, eran atributos que siempre se les adjudicaba a "ellos", que era el pseudónimo que se habían ganado entre las féminas.
Este fructuoso deseo de llevar una vida de hombre, llevó a Mina a convertirse en una mujer que daría mucho de qué hablar.

Toda su historia comenzó un día en el que decidió acudir a la taberna de su tío. Era temprano, por la mañana, las tiendas de los variopintos artesanos de la ciudad aún tenían sus puertas cerradas, pues el sol apenas había asomado unos centímetros del lejano mar. Caminaba rápidamente, con los brazos cruzados para protegerse del frío. Su melena pelirroja rizada parecía querer quedarse atrás de su paso, cómo si estuviese aún desperzándose del descanso. Cuanto más cerca estaba de la taberna, más podía percibir el olor a leche caliente que tanto caracterizaba aquel antro. Al llegar a la puerta, con la luz que salía a través del cristal en la cara y la mano empuñando el pomo, vaciló unos instantes. Pensó una breve excusa para explicar porqué se había presentado a esas horas y no estaba en casa ayudando a su madre. Tomó aire y entró. Su tío, un hombre alto y un poco obeso, de poco pelo y con un bigote gris adornandole la boca, se encontraba acabando de limpiar las jarras que más tarde mantendrían litros de cerveza entre sus cristales. La miró de soslayo.

-Mina, sobrina, ¿que demonios haces aquí tan temprano?
-Madre me ha mandado para que te ayude con algunas tareas.
-Jovencita, ya sabes que no ando muy bien de dinero, no te puedo pagar.
-No necesito que me pagues, sólo déjame estar aquí echando una mano, tras la barra, con los hombres.
-¿Una mujer en el lugar favorito de los hombres? No, eso no lo puedo aceptar. Además me espantarías a la clientela. Mejor quédate pasando un trapo al suelo de la cocina. Esta espantoso.

Mina enfureció y lanzó una furibunda mirada a quién parecía estar riendose de ella. Pero sin embargo, calló y se dirigió a la acojedora cocina, para luego arrodillarse y frotar las manchas de comida seca del suelo...

To be continued :)

No hay comentarios: