lunes, 14 de abril de 2008

Camínando entre malezas


Ayer por la tarde de repente me encontré, casi sin darme cuenta, andando sólo; entre pequeños naranjos abandonados a su suerte hace mucho a juzgar por su aspecto. El caso es que mientras evitaba las finas ramas, los pequeños mosquitos que salían revoloteando de los pequeños arbustos silvestres que iba pisando sin querer, y algún que otro desagradable insecto volador; ví el final de mi camino... Los huertos acababan en un lago...
Un lago ancho y largo que resplandencía con un verde característico que solo el agua estancada puede llegar a tener. El borde de la tierra firme estaba delimitado por una frágil guardia de cañas; de las cuales se podría deducir que muchas ya habían perecido cumpliendo su misión, porque me daba una vista (y un paso) totalmente abierta al agua. Nadando en ella, pude observar diversos tipos de aves; aunque las que más conocía eran las gaviotas. No era de extrañar que unas gaviotas merodeasen el lugar, pues al mirar hacia el oeste del final de los huertos, pude divisar la lejana línea del horizonte del mar. Lago y mar, a escasos metros uno de otro pero con entornos totalmente distintos. Bordeando este fétido lago, se hallaban plantas salvajes, de más de metro de altura custodiando las orillas del mismo. El incesante sol del mediodia estaba clavado en el lago, reflejando sus rayos hacía donde yo me encontraba. Con los ojos medio entornados, aquello parecía mucho más hermoso. Una experiencia gratificante, que lejos del olor que emitía, mis pies daban las gracias por el descanso; ya que caminar entre tierras un poco abruptadas con los zapatos que utilizo para trabajar no es tarea cómoda para ellos; las partes de mi piel desnudas a la interperie, daban las gracias por la suave brisa marina que recorría el lugar, mis ojos daban las gracias por haberme bendecido con un lugar tan apasionante, y, por último, mis oidos daban las gracias por el relajante romper de las olas del mar cercano...

Después de quedarme quieto durante unos treinta segundos, volví sobre mis pasos a la alquería de mi abuelo, dónde, muy a pesar, continuaba el mismo aburrimiento que cuando me fuí, hacía apenas unos diez minutos...

Menos mal que la velada luego se animó, y en la cocina me sentí por fin agusto, primero con los gatos durmiendo sobre mí (Bemoles y Calcetínes) y después jugando al parchis con la Ramoni y con Paqui. Pena de que llegase la hora de cenar y no pudiesemos jugar al Ramondino.... Otra vez será.

Ángel


(Foto del huerto de mi abuelo, con el Yaco en un plano secundario)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas Angelillo,q me as dixo q te escriba algo y nada q aki estoy escribiendote xro no se muy bien q ponerte, pues nada enano q stoy currando y m aburro un monton y aun son las 16:16 imaginate lo q me keda asta las 22:00, osti y toda la semana igual....

Pues eso q mañ nos volvemos a ver el el trabajo y espero q todo esto este mas movido xq si no nos podenos morir del aburrimiento y de la gente pesada....

Ale angel Q TE QUIERO MUXO y mañ nos vemos..... adew y besitos